La gran campaña de Holanda en la Eurocopa Alemania 1988
La naranja mecánica triunfó en Alemania desplegando un juego muy vistoso con un ataque demoledor. Gullit, Rijkaard, Koeman y sobre todo Van Basten fueron los pilares de aquel equipo de ensueño, que todavía hoy se recuerda y sirve de ejemplo para los más pequeños. Los tres del Milán fueron los líderes ofensivos y un jovencísimo Ronald Koeman se destapó como uno de los mejores centrales de Europa. Pero la Euro contaba con selecciones históricas en un gran nivel. Los anfitriones, Alemania, con la intención de resarcirse de la eliminación cuatro años antes, formó un equipo con grandes estrellas. Kohler, Klinnsman, Voller y Berthold entre otros, acompañaban a Mathaus como capitán y a Beckenbauer en el banquillo. Italia llegaba con Maldini, Donadoni, Mancini, Ancelotti y Vialli como estandartes y Rusia, con Oleg Protassov como estrella, volvería a demostrar su eficiencia. En la fase de grupos Alemania e Italia quedaron por delante de España y Dinamarca, a pesar de la victoria española sobre los daneses. En el otro grupo los debutantes irlandeses e Inglaterra no fueron capaces de superar a holandeses y rusos. Para las semifinales se clasificacron las cuatro escuadras más fuertes. Holanda desbarató las ilusiones de los anfitriones y vencieron 2-1. Mathaus adelantó de penalti a los alemanes, pero Koeman y Van Basten le dieron la vuelta al marcador. En la otra, una gran URSS fue más fuerte que los jóvenes italianos, poseedores de técnica, pero faltos de experiencia. Oleg Protassov fue una pesadilla y anotó el segundo gol de los rusos, que jugaban la final ante un equipo al que habían vencido 10 días antes.
Holanda tenía un estilo arriesgado, una filosofía de divertimento y una calidad asombrosa en todas sus líneas. A la media hora Gullit remató de cabeza un buen pase de Van Basten y adelantó a los tulipanes. Pero todavía faltaba la obra maestra del mejor jugador europeo del año. El delantero del Milán, y ahora seleccionador holandés, enganchó una bolea escorado a la derecha y, sin espacio, atentó contra las leyes físicas consiguiendo el segundo gol. Van Basten ya tenía su gol, su torneo y su mito.
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